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0.   DE PROTOCOLOS Y DE TRÁNSITOS

Esta no es una exposición de fotografía dedicada a la presencia de lo efímero en la obra de Juan Rodríguez, ni al movimiento, ni al momento preciso, ni al instante fugaz. “Elegí el tema porque es muy mío”. El tema es, en la forma, el resultado de un protocolo, de una circunstancia de fotografiar; en el fondo, es la road movie de Juan. Todo lo que el fotógrafo ha visto y el resto de los mortales, aunque creemos haber estado en los mismos lugares, no. Es su tránsito, un tránsito tercamente visual. Es el mundo que ha creado entre el punto de partida y la estación término. Son sus trabajos y son sus días y son sus caminos. En ese tránsito ha construido su lugar en el mundo y nos regala un gabinete de maravillas que habíamos ignorado en nuestro pasar.

 

1. EL RAPAZ QUE QUERÍA CAPTURAR EL ESPACIO Y ACABÓ SABIENDO SÓLO DE TIEMPO

Juan Rodríguez intenta construir orden en el caos, o levantar la entropía para descubrir el orden debajo de ella. Sujetos inadvertidos, objetos desolados y paisajes huérfanos componen geometrías reveladoras. La arquitectura se cuela siempre, aunque sea de rondó. Esa hélice, esa hornacina a la sombra del jamelgo, la raya del horizonte que late, líneas férreamente blancas, la mesa escueta que levita, el triángulo de Marilyn, túneles urbanos, ondas de agua o de arena. Pero cuánto más se mueve el medio de transporte del fotógrafo y más se mueve su objetivo, más estáticas se vuelven las imágenes, hasta que sólo son puro tiempo. Que estemos en Buffalo, en Formentera, en Berlín, en París, en Tokyo o en Portosín es irrelevante. Por eso uno tiene la sensación de que, en el fondo, en el fondo, Juan nunca se ha movido; de que como fotógrafo en tránsito lleva casi treinta años intentando responder las mismas preguntas, precisamente esas que no tienen respuesta.

 

2. EL FOTÓGRAFO COMPULSIVO

Las imágenes de esta exposición son aparentemente irracionales y amorales. No han sido planificadas siguiendo una lógica, ni reivindican o proclaman valores éticos. Parecen haber salido directamente del pathos, de las vísceras del artista. Desde el volante de su coche, desde la cabina del avión, desde ferries, trenes o autobuses, el fotógrafo bulímico mira y se obsesiona. Fotografía porque no puede evitarlo. Sólo sabe ver así. Por eso estas imágenes están llenas de reflejos, de sombras, de huellas, de caminos a alguna parte, de descampados, de espaldas y de nucas. No hay poses. Sólo la terquedad afanosa del fotógrafo que no sabe ser transeúnte. Que sabe que siempre fotografía para una ocasión, sólo que a veces no sabe si esa ocasión llegará.

 

3. SIEMPRE NOS QUEDARÁ ARCADIA

Juan Rodríguez se ha hecho mayor. Por eso cuando fotografía unas veces le salen canciones de George Harrison y otras paisajes al modo de Turner. Por eso encuentra más que busca, y esta exposición es buena prueba de ello. Pero no hay melancolía en ella. La última rebelión es reivindicar ese momento que ya pasó en ese lugar que ya no existe porque el tiempo se fue y nosotros ya no estamos, y que sólo pertenece a nuestra memoria, pero que nos sobrevivirá. Las imágenes de Juan Rodríguez pertenecen a ese tiempo íntimo y eterno, que ni el propio tiempo nos puede arrebatar.